www.echojspodcast.com | 20. 06. 2025 | Editor:Teresa Zheng | ![]() |
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Cuando el G7 pierde cohesión y ?encanto?
Por Andrey Kortunov
La Cumbre del G7, en Kananaskis (Canadá) el lunes y martes, marcó el cincuentenario del grupo. La primera reunión de alto nivel de las 6 naciones occidentales más poderosas (G6) se celebró en Rambouillet, Francia, en el oto?o de 1975, y un a?o más tarde, tras aceptar a Canadá, devino el G7. Desde entonces, la composición del grupo se ha mantenido prácticamente sin cambios, con la excepción del periodo 1997-2014, cuando se acogió a Rusia temporalmente y fue por un momento un G8.
A mediados de la década de 1970, Occidente no pasaba por su mejor momento. Sin embargo, hace medio siglo, el G7 era el líder indiscutible de la economía mundial y, en muchos sentidos, incluso un símbolo universal de modernidad. En la década de 1980, representaba una gran porción del PIB mundial en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA). Hoy en día, los ?Siete Magníficos? representan menos de un tercio del PIB mundial.
Y lo que es más importante, su magia irresistible se ha desvanecido. Hoy, Occidente ya no es visto por el resto del mundo como una fuente indispensable de innovación tecnológica o social, de las mejores prácticas de gestión en el sector público o privado, ni como una muestra única del avance del capital humano. La universalidad de las trayectorias de desarrollo occidentales se pone en tela de juicio, y ninguno de sus integrantes puede erigirse ahora de forma creíble como un modelo de modernización envidiado y respetado que otras naciones deban seguir e imitar.
Para decirlo claramente, los envejecidos ?Siete Magníficos? ya no pueden reivindicar de manera convincente el liderazgo mundial que antes daban por sentado. Esto no significa que el G7 deba ser automáticamente descalificado como uno de los actores internacionales clave, capaz de contribuir a organismos más inclusivos, desde el G20 hasta el Consejo de Seguridad de la ONU. Dado que Occidente como colectivo no va a desaparecer de la noche a la ma?ana, el G7 podría seguir siendo un grupo de presión legítimo para los intereses occidentales, tratando de configurar la agenda internacional en competencia o cooperación con un número cada vez mayor de grupos explícitamente no occidentales como los BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghai, la Unión Africana, la Liga árabe y otros. No obstante, su problema no radica solo en su relativo declive en poder y autoridad, sino también en la erosión de su cohesión.
Esta ha enfrentado muchos retos en el pasado, pero, hoy en día, los profundos desacuerdos no se limitan a temas específicos de política exterior, sino a los propios cimientos de los sistemas políticos y los valores sobre los que se ha construido el mundo occidental. Las desavenencias en Canadá no solo se concentraron en los conflictos entre Rusia y Ucrania o entre Israel e Irán. Abarcaban el futuro del sistema comercial internacional, las migraciones, la gobernanza de la inteligencia artificial, los derechos humanos, el tráfico de drogas y el multilateralismo en general. Asimismo, la cita puso de manifiesto la naturaleza cuasimultilateral del G7: aunque todos son formalmente iguales, una sola voz disidente procedente de Washington puede fácilmente contrarrestar cualquier concertación.
Los anfitriones se esforzaron por que la reunión fuera lo más representativa posible invitando a muchas figuras de alto nivel, entre ellos los líderes de la India, Brasil, Sudáfrica, México, Ucrania, Australia y Corea del Sur, así como al secretario general de la OTAN. Sin embargo, fue el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien acaparó la atención. Los organizadores podrían haber recordado la última cumbre que acogieron en junio de 2018. En ese entonces, resaltaron las varias discrepancias entre el presidente estadounidense y sus pares que los medios de comunicación la bautizaron como ?G6+1?. Por eso, en esta ocasión, el primer ministro canadiense Mark Carney y su equipo elaboraron cuidadosamente la agenda para evitar cualquier asunto delicado o controvertido y centrarse principalmente en ámbitos técnicos como las cadenas de suministro de minerales, la seguridad energética, la desinformación en Internet y las perspectivas económicas mundiales. Los problemas reales quedaron relegados al ámbito de las consultas bilaterales.
Desde el principio, las expectativas sobre la cita fueron bajas. Incluso antes de que comenzara el evento, era evidente que no habría un comunicado exhaustivo que visibilizara una postura unificada sobre intereses internacionales que más importan a los participantes. ?El contraste con la Cumbre de los BRICS de octubre de 2024, que dio lugar a una detallada Declaración de Kazán, no podía ser más llamativo!
Se puede argumentar que la desintegración en curso de un Occidente otrora consolidado abre oportunidades potenciales para avanzar hacia un mundo verdaderamente multilateral. Quizás, en un futuro lejano, América del Norte (Estados Unidos, Canadá y México), Europa (la UE) y el noreste de Asia (Japón y Corea del Sur) emergerán como centros de poder independientes y autosuficientes. Sin embargo, en el futuro cercano, esta tendencia centrífuga a?ade incertidumbre, volatilidad e imprevisibilidad a la política y la economía mundiales.
El autor es director académico del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales.
