www.echojspodcast.com | 07. 07. 2025 | Editor:Teresa Zheng | ![]() |
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Japón debe asumir crímenes de guerra y pasado militarista
El 80.o aniversario de la victoria en la Guerra Mundial Antifascista y la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa (1931-1945) exige conmemoración y reflexión. Para la comunidad internacional, simboliza un triunfo, con gran esfuerzo, de la paz sobre la guerra y de la justicia sobre la injusticia. Para Japón, sin embargo, plantea una cuestión moral: ?Romper sus lazos con un pasado militarista y defender la justicia, o seguir cargando con el peso de la negación?
Japón nunca ha reflexionado plenamente sobre sus agresiones ni crímenes de guerra antes y durante la Guerra Mundial Antifascista (Segunda Guerra Mundial). Las fuerzas de derecha minimizaron o glorificaron una y otra vez la historia, y promovieron narrativas revisionistas, creando confusión sobre lo sucedido.
Sus posturas oficiales han retrocedido con el tiempo, con la dilución del arrepentimiento, desde la declaración de Tomiichi Murayama de 1995, que reconocía explícitamente su dominio colonial y actitud beligerante en Asia, hasta la de Junichiro Koizumi en 2005 y la de Shinzo Abe en 2015, otrora primeros ministros. La de Murayama, de gran profundidad y ?sincero pedido de perdón?, incluso fue catalogada por políticos de derecha como una ?visión masoquista de la historia?.
Este planteamiento tiene su razón de ser en los giros del panorama político en Japón. Con el colapso de la división de la posguerra entre ?conservadores y reformistas?, los primeros dominan ahora el Parlamento, mientras que los de izquierda, adalides de la protección constitucional y de la reflexión histórica, muestran una pérdida de poder. La agenda que predomina es la de un cambio en la Constitución, la remilitarización y la conversión a un ?Estado normal?.
Los grupos pacifistas, antes muy activos, han perdido fuerza, y los jóvenes, tras décadas de manipulación mediática conservadora, carecen de un conocimiento objetivo del militarismo nacional. Además, la postura oficial sobre la posguerra es priorizar su condición de víctima de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Las obras literarias y cinematográficas proyectan una ?tragedia? y ocultan astutamente el pasado violento del país.
A puertas del 80.o aniversario de la victoria de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa, los debates siguen en torno al victimismo, y algunos medios acusan sin fundamento a China y Rusia de utilizar ?cartas históricas? en sus celebraciones. El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, aunque relativamente claro en temas históricos, ha desterrado los planes de emitir una posición oficial sobre el aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, el 15 de agosto de 1945, debido a la presión interna, lo que enfatiza la fragilidad de la visión progresista.
La trayectoria de Japón en la posguerra, con una Constitución pacifista, facilitó un rápido desarrollo, pero las recientes modificaciones en las políticas de seguridad erosionan su legado. El país deja su compromiso de ?orientación defensiva? a una velocidad sin precedentes, con un presupuesto de defensa que alcanza el 2 % del PIB. Peor aún, desarrolla capacidades de ?ataque a bases enemigas?, exagera la retórica sobre la ?amenaza china? y la ?contingencia de Taiwán?, lo que evidencia peligrosas intenciones de intervenir en este asunto y en el problema del Mar de China Meridional.
Así también, favorece un concepto de ?frente único? con Estados Unidos, Australia y Filipinas a fin de crear una ?OTAN asiática? como parte de una estrategia para eliminar trabas de posguerra y recuperar su agencia militar.
Denominada ?pacifismo proactivo?, la misma es vacía dado su avance militar desde la Segunda Guerra Mundial. La contradicción latente es cómo pueden sus vecinos confiar en una nación que se niega a afrontar su pasado agresivo y trata de armarse para mantener la ?paz?. La lógica de los políticos japoneses de utilizar la ?amenaza externa? para justificar la remilitarización refleja de manera preocupante a la de los militaristas previos a la Segunda Guerra Mundial, que invocaban la ?supervivencia nacional? para justificar su ánimo expansionista.
Alemania ofrece un marcado contraste en cuanto a reconocimiento histórico. Sus líderes de la posguerra expiaron con valentía y sinceridad los crímenes nazis, desde la ?rodilla de Varsovia? del canciller Willy Brandt hasta los monumentos de guerra en todo el país, la reforma educativa y las leyes que prohíben la negación del Holocausto. Esta ruptura tajante con el pasado le ha valido el respeto mundial y un rol central en la integración europea. El fracaso de Japón en un escenario similar es evidente.
Este yace en una encrucijada entre el revisionismo, la glorificación de la agresión y la búsqueda de alianzas militares, lo que podría satisfacer ambiciones políticas de algunos, pero conlleva el riesgo de aislar moralmente al país y someterlo a juegos de las grandes potencias, así como al aumento de las tensiones con sus vecinos, y el modelo inspirado en Alemania que exige una reflexión honesta sobre la historia. Para que las víctimas asiáticas puedan perdonar sus crímenes de guerra, Japón debe primero reajustar su postura histórica desde la perspectiva de las víctimas reales, solo entonces podrá liberarse de la carga, ayudar a sanar heridas y emerger como una nación responsable y digna de confianza.
En este a?o tan especial, Japón debe tomar una decisión. El pueblo chino espera que sus políticos demuestren visión y coraje moral para aprovechar el momento, en lugar de criticar o boicotear los memoriales de países vecinos. El mundo observa.
El autor es investigador designado por el Departamento de Estudios de Asia-Pacífico del Instituto Chino de Estudios Internacionales.
