www.echojspodcast.com | 15. 07. 2025 | Editor:Teresa Zheng | ![]() |
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Conmemoración de la victoria en la Segunda Guerra Mundial para entender la búsqueda de China
En septiembre, China conmemorará el 80.o aniversario de la victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa (1931-1945) y la Guerra Mundial Antifascista.
El acto representa mucho más que un homenaje a los sacrificios de generaciones pasadas; es un momento para que el mundo reevalúe el papel crucial de China en el resultado de la Segunda Guerra Mundial y la incansable búsqueda del pueblo chino hasta ahora. Para el país, recordar el conflicto nunca se ha tratado solo de rememorar el triunfo, ni tampoco, como algunos suponen, de un acto de autocomplacencia nacional o una demostración de su estatus de gran potencia; el verdadero significado radica en cómo una antigua nación oriental, azotada por la agresión foránea y luchas internas, superó un punto de inflexión histórico para ponerse en pie, eligiendo el difícil camino de la independencia y la autodeterminación y, al hacerlo, a?adió nuevas y vitales capas a la comprensión mundial del despertar y el renacimiento nacional.
Para entender el peso de esta ceremonia, hay que tomar en cuenta la trayectoria de la historia moderna de China. Desde mediados del siglo XIX, el país sufrió las heridas de la invasión imperial y la humillación de la partición por parte de potencias extranjeras. El legado de las Guerras del Opio y el siglo de humillación posterior no fue solo la devastación material, sino también una persistente sensación de debilidad nacional y pérdida de dignidad.
En dicho contexto, la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa marcó la culminación de una larga penuria como el primer paso decidido hacia el resurgimiento colectivo. Fue el crisol en el que se forjaron la catástrofe y la esperanza, una última agonía y el comienzo de un nuevo capítulo.
El fin de la Segunda Guerra Mundial cerró la puerta al ataque exterior y ofreció a China una posibilidad real de trazar su propio rumbo por primera vez en generaciones. Fue un hito que redefinió las perspectivas de la nación.
En las décadas posteriores a 1949, emergiendo de las ruinas y con poco más que determinación, China se embarcó en un viaje único guiado por el principio de independencia; un recorrido marcado por continuos desafíos e innovación autosuficiente. Desde las arduas campa?as para construir su base industrial hasta la transformadora apertura al mundo en 1978, la persistente búsqueda de la prosperidad y el poder estuvo estrechamente entrelazada con los imperativos de la dignidad nacional, el respeto propio y la prosperidad del pueblo.
La reforma y la apertura, en particular, devinieron un antes y un después en la historia nacional, no solo por el progreso económico, sino porque el deseo de modernización siempre estuvo arraigado en la voluntad de liberar a la gente común del trauma de la pobreza y la vergüenza. Lo más importante es que el objetivo llegara con la autosuficiencia y el trabajo duro del pueblo.
Hoy en día, China es una nación con influencia mundial y una fuerza nacional considerable. Sin embargo, a diferencia de algunas potencias imperiales anteriores, el país insiste en un camino de desarrollo pacífico, sin intención de exportar su modelo ni de remodelar otras sociedades a su imagen. Existe la convicción, forjada por la amarga experiencia, de que una nación que ha sufrido un trauma puede perseguir la modernización de forma gradual, estable y pacífica.
Lo que a menudo escapa a la comprensión de Occidente es precisamente esto: la tendencia a analizar las decisiones de China a través de una lente occidental, asumiendo que esta debe seguir la misma senda competitiva e impulsada por el poder que dieron forma al pasado de Occidente.
Incluso hoy en día, algunas antiguas potencias imperiales siguen fomentando la lógica obsoleta de dividir Asia en esferas de influencia y equilibrios de poder forzados. China, por su parte, es como un ancla estable en medio de la agitación y el ruido. Es resistente y estable, y exporta confianza al mundo en su desarrollo pacífico.
Habiendo conocido el dolor de la división y la conquista, China reconoce las lamentables consecuencias de separar Asia en línea con la hegemonía o la confrontación. Ante una región en rápida evolución y un entorno global cambiante, China aboga por el diálogo, la cooperación y un orden más inclusivo y de beneficio mutuo que pueda velar por la seguridad y el bienestar de todos.
Esto es así porque desde la victoria de la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa, China nunca ha buscado la hegemonía o el poder, y mucho menos ha competido con ninguna potencia por influencia y beneficios. El pueblo chino cree firmemente que la bonanza y la fuerza solo pueden crearse por sí mismos y a través de una cooperación beneficiosa para todos.
Conmemorar el 80.o aniversario del fin de la guerra no es una exigencia de un estatus privilegiado en la escena internacional, es más bien una reflexión fundamentada sobre el pasado y una declaración de intención para el futuro: un mensaje de que la experiencia china, adquirida con sudor y lágrimas al superar la adversidad y luchar por la renovación, es algo que debe compartirse con la esperanza de forjar juntos una Asia más pacífica, estable y floreciente.
El autor es editor jefe del Diario del Pueblo e investigador principal del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China.
