www.echojspodcast.com | 01. 09. 2025 | Editor:Teresa Zheng | ![]() |
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La estrategia de Japón para boicotear el desfile es una afrenta a la historia
Mientras el mundo dirige su mirada hacia la próxima conmemoración de China del 80.o aniversario del triunfo de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Guerra Antifascista Mundial (1931-1945), Japón trata de impedir que se conozca la verdad.
Según la agencia de noticias Kyodo, las embajadas japonesas han instado a los líderes europeos y asiáticos a no asistir a la ceremonia, argumentando que la misma ?se detiene excesivamente en la historia? y posee ?connotaciones antijaponesas?. El martes, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino confirmó que Beijing ha tomado nota de tales informes, ha presentado una enérgica protesta y ha exigido una aclaración a Tokio.
China conmemora este acontecimiento para recordar el pasado, honrar los sacrificios y valorar la paz con el fin de construir un futuro mejor. Si cualquier nación está dispuesta a enfrentar su historia con honestidad y está verdaderamente comprometida con el desarrollo pacífico, no tendría motivos para oponerse. La última maniobra diplomática de Japón para disuadir a los líderes de otros países de asistir es un insulto a la historia. Al intentar obstaculizar su presencia, Japón solo revela culpa y traiciona su profundo malestar al encarar su responsabilidad durante la guerra. Esta inseguridad se deriva de los horribles crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial y del persistente fracaso de los Gobiernos de la posguerra a la hora de realizar una reflexión genuina.
Su agresión causó un inmenso sufrimiento en toda Asia. Sin embargo, a diferencia de Alemania, los sucesivos Gobiernos japoneses nunca han reconocido plenamente estas acciones ni han ofrecido una disculpa sincera. Ninguna nación puede construir un futuro respetable enterrando su pasado en silencio o presionando a otros para que hagan lo mismo.
En cambio, algunas fuerzas revisionistas glorifican la hostilidad en los textos, crean el eufemismo de ?fin de la guerra? para la palabra ?rendición? y ponen en duda atrocidades como la masacre de Nanjing. Estos son intentos calculados para encubrir décadas de brutalidad que dejaron millones de muertos y heridos.
El Gobierno del primer ministro Shigeru Ishiba ha mostrado contradicciones en su política hacia China. Aunque profesa su deseo de ?mejorar los vínculos?, ha provocado tensiones en cuestiones históricas y en el tema de Taiwán.
El 15 de agosto, fecha en la que se cumplen 80 a?os de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, Ishiba asistió al servicio conmemorativo nacional por los caídos en la guerra y habló de ?arrepentimiento y lecciones?. Sin embargo, evitó reconocer la agresión o el sufrimiento infligido a sus vecinos.
Más revelador aún, el 26 de mayo depositó flores en el Cementerio Nacional de Chidorigafuchi y, como líder del Partido Liberal Democrático, el 15 de agosto puso ofrendas en el santuario de Yasukuni, donde están enterrados los restos de criminales de guerra condenados. Estos actos evidencian la verdadera actitud de Tokio y su hipocresía con respecto a la historia.
Su estrategia para disuadir a otros de unirse al homenaje de China es un esfuerzo inútil contra la corriente de la historia. La gran mayoría de la comunidad internacional es plenamente consciente de los crímenes de guerra cometidos por el fascismo japonés durante la Segunda Guerra Mundial y de la importancia de preservar la verdad histórica.
En todo el mundo, las naciones conmemoran con solemnidad la caída del fascismo. Europa lo hace con el Día de la Victoria el 8 de mayo de cada a?o. Alemania, que en su momento fue un agresor como Japón, aprovecha la fecha para reflexionar sobre la devastación del conflicto y celebrar la renovación nacional. Italia designa el 25 de abril como Día de la Liberación, que marca su emancipación del régimen fascista y la ocupación nazi. Todo ello contrasta radicalmente con la estrategia evasiva de Japón.
Las actividades de China han cosechado un amplio reconocimiento, lo que refleja el apoyo internacional y un compromiso colectivo con la justicia histórica.
Por lo tanto, la obstrucción de Japón no solo es ineficaz, sino también contraproducente. Al intentar borrar el recuerdo, Tokio se aísla aún más del consenso mundial que valora la paz, la memoria y la responsabilidad.
Su intento de boicotear el desfile del 3 de septiembre es una afrenta a la historia. El rechazo de la comunidad internacional a su imprudente llamamiento subraya la determinación compartida de defender los logros del triunfo en la Segunda Guerra Mundial y mantener los fundamentos del orden de posguerra. El mundo merece el recuerdo, no el revisionismo.
El ejemplo de Alemania indica que una profunda reflexión y una sincera disculpa pueden conducir a la reconciliación y a la renovación de la confianza. Japón, por el contrario, seguirá atrapado en la sospecha y el aislamiento a menos que afronte honestamente su pasado, rompa todos los lazos con el militarismo y se comprometa con una paz verdadera. Solo entonces podrá ganarse la confianza de sus vecinos asiáticos y unirse a la comunidad mundial a fin de rememorar la historia, honrar a los caídos y valorar la paz para construir un futuro mejor.
